por Marcos Arruda – Brasil está comandado por un gobierno aliado al gran capital. Su papel ha sido manejar con habilidad las políticas de Estado en defensa de los intereses de las grandes corporaciones, sobretodo del capital bancario y financiero, manteniendo la retórica populista e invirtiendo una parte del presupuesto público en programas sociales de naturaleza asistencial. El esfuerzo del Presidente Lula ha sido de dar la impresión de que gobierna “para todos”, y que su gobierno responde a los más diversos intereses: supuestamente, ya no hay lucha de clases en Brasil. Esta postura ideológica es extremadamente favorable al gran capital, que mantiene su hegemonía en lo económico y lo político, sin el peso de ser responsable por la administración del Estado. Igualmente, esta postura es extremadamente desfavorable a los movimientos sociales, puesto que los fragmenta y debilita, cooptando liderazgos e iludiendo los más pobres con limosnas en vez de cambios socioeconómicos efectivos.
Sin embargo, el área de política internacional es donde el gobierno Lula se manifiesta menos conservador. En el seno del gobierno Lula existe una lucha interna entre una corriente más pro-corporativa, y otra que favorece una postura soberana frente al territorio político y económico de Brasil, y a nuestros intereses en espacios multilaterales, cómo la OMC; y una postura cooperativa y solidaria frente al reto de la integración de los pueblos, y no sólo de mercados, de América del Sur y de todo el Continente.
Es este el contexto en el que hay que examinar la posición del gobierno brasileño frente al Banco del Sur. El Ministro de Economía Guido Mantega manifiesta una posición favorable al desarrollo socioeconómico de Brasil, en contraste con su antecesor, Antonio Palocci, que optó por una alianza estratégica con el sector bancario y financiero, incluso transnacional, y por el conservadorismo monetarista en la gestión económica de Brasil. Sin embargo, Mantega ha demostrado en varias ocasiones su preocupación con medidas e iniciativas que puedan poner en riesgo la pretensa hegemonía de Brasil en el continente. Esta posición es característica del mundo corporativo y político de San Paulo, el polo industrial más rico del país. Esto explica su hesitación en defender junto al gobierno Lula una posición pro-activa en las negociaciones multilaterales en el continente, donde países como Venezuela y Cuba han tomado iniciativas relevantes.
El rol activo de Venezuela en el escenario político-comercial de las Américas ha sorprendido a todos. Y ha tenido un éxito inesperado para las élites del continente. Venezuela ingresó como miembro activo del Mercosur, lanzó la iniciativa de la Alternativa Bolivariana para nuestra América – ALBA, participó de las negociaciones de la Comunidad Sur Americana de Naciones – CASA y logró el consenso de los presidentes de los 12 países de América del Sur para el lanzamiento de la Unión de Naciones Sur Americanas – UNASUR. Además, ha promovido intercambios comerciales y trueques solidarios con países cómo Bolivia, Cuba, Argentina, Nicaragua y Haití en el contexto del ALBA, y ha tomado iniciativas políticamente inteligentes junto al pueblo de Estados Unidos, cómo ofrecer aceite combustible y benzina a bajo precio a los sectores pobres de Nueva Cork y las poblaciones golpeadas por el Huracán Katrina.
La dinámica de la integración en curso ha involucrado la propuesta por Venezuela de la creación del Banco del Sur. Al principio, Brasil estuvo reticente o aún opuesto a la idea. Sin embargo, a medida que la propuesta comenzó a recibir la adhesión de otros países, Brasil se vio obligado a involucrarse de forma pro-activa, lo que ha comenzado en Quito, en mayo de 2007. La participación brasileña fue consagrada por la decisión del Presidente Lula de adoptar como prioridad la inversión de esfuerzos y recursos brasileños en los procesos de integración continental. De nuevo, la impresión es que esta decisión resulta de la percepción de que Brasil no puede quedarse fuera de hechos políticos irreversibles, más que de una opción políticamente inspirada a favor de un proceso soberano e solidario de integración de los pueblos de América Latina y del Caribe.
El acento dado por el Ministro Mantega en las negociaciones del Banco del Sur, hasta ahora, ha sido en el aspecto técnico de la iniciativa. A la vez, el gobierno brasileño comienza a percibir que el compromiso con el Banco del Sur, además de fortalecer el bloque de países del continente en sus negociaciones con el Norte y en los espacios multilaterales, como la OMC, ofrece también un arma favorable que aumenta el poder de negociación bilateral con Estados Unidos y con la Unión Europea.
Para que Brasil tenga una influencia benéfica en las negociaciones y la conformación del Banco del Sur, y posiblemente de un Fondo Latino-Americano de estabilización financiera y cambiaria, la sociedad brasileña tiene que presionar. El rol de redes sociales como la Red Jubileo Brasil, la Red Brasileña por la Integración de los Pueblos y la Red Brasil sobre Instituciones Financieras Multilaterales será determinante para presionar los poderes Ejecutivo y Legislativo para actuar en el sentido de promover el Banco del Sur y un posible Fondo como instrumentos a servicio de un proyecto de desarrollo endógeno (nacido a partir de los recursos, capacidades e intereses soberanos de los países de la región), solidario y sustentable.
M. Arruda es una destacado analista brasileño que integra el equipo de PACS (Rio de Janeiro) y la Red Jubileo Brasil. Distribuido por el autor el 11 de mayo 2007. Se reproduce en nuestro sitio únicamente con fines informativos y educativos.