América Latina: disminuye la pobreza pero más lento de lo esperado

por Carolina Villalba – Según manifiesta CEPAL en el reciente “Panorama Social de América Latina 2005”, la pobreza se encuentra en proceso de reducción, aunque a un ritmo inferior al deseable si se desea cumplir con la primera meta del Milenio. Dicha meta, consiste en el compromiso de los jefes de Estado de reducir a la mitad entre 1990 y 2015 la incidencia de la pobreza extrema. Las cifras obtenidas hasta 2005 corresponden a un avance del 51% sobre dicha meta en la región. Si bien esto aparece como alentador, sigue siendo insuficiente en términos del tiempo transcurrido en relación al plazo total de consecución del objetivo (esto es, 15 años de un plazo de 25).

Según datos para el año 2005, el 40.6% de la población latinoamericana, lo que representa a unos 213 millones de personas, se encuentra en situación de pobreza mientras que el 16.8%, casi 90 millones de personas, se encuentran en un nivel extremo de pobreza. Estas cifras representan una disminución frente al 44% y 19.4% que alcanzaban la pobreza y la indigencia respectivamente en 2002.

De acuerdo con CEPAL, los países con más pobres de Latinoamérica son Bolivia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay; mientras tanto, entre los que cuentan con menos población pobre se encuentran Chile, Costa Rica y Uruguay. Por último, Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Perú y Venezuela se encuentran en un nivel intermedio de esta escala.

Como es sabido, la pobreza tiene múltiples dimensiones. Una aproximación complementaria a la del ingreso, es la incidencia de las carencias básicas en la población, en la cual se consideran el acceso a vivienda, agua potable, saneamiento y educación. Este método toma el nombre de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI).

En este sentido, datos de CEPAL permiten concluir que la asistencia escolar y la disponibilidad de saneamiento son las necesidades básicas con mayor acceso en la región. No obstante, la falta de conexión a la energía eléctrica y de abastecimiento de agua potable también afectan a porcentajes de población relativamente reducido. La carencia más frecuente en la región se relaciona con la falta de acceso a la vivienda.

Una importante correlación que se desprende de los datos obtenidos es el hecho de que países con mayores niveles de pobreza extrema se encuentran entre los que tienen porcentajes más altos de población con necesidades básicas insatisfechas; asimismo los países que se caracterizan por tener los niveles de pobreza extrema más bajos, se encuentran en los primeros lugares respecto a la satisfacción de necesidades básicas.

Por otro lado, CEPAL hace hincapié en el hecho de que los promedios nacionales ocultan diferencias importantes entre los grupos sociales y las áreas geográficas al interior de un país. En este sentido, el acceso a los servicios y sobre todo a la salud y la educación varían considerablemente según el nivel de ingreso de los hogares y la región donde se encuentren. Por otro lado, las tasas de asistencia escolar y de culminación de la escuela primaria de los pobres son más bajas que la de los ricos. Estas desigualdades se repiten si tomamos en cuenta la pertenencia a grupos étnicos o raciales.

Además de analizar los avances de la región en materia de satisfacción de necesidades básicas, se presenta el gran efecto de las remesas en las condiciones de vida de la población. Las remesas contribuyen de manera fundamental en la mejora del nivel de vida de las personas de los hogares que las reciben y permiten que muchos de ellos salgan de la pobreza. No obstante, su efecto en las tasas de pobreza e indigencia de la población en su conjunto, así como sobre la distribución del ingreso, es leve.

Desde el punto de vista internacional, América Latina es una de las regiones que más remesas recibe. Un dato ilustrativo surge de que en el año 2004, éstas representaron alrededor de 45.000 millones de dólares, lo que representó un 18% más que en 2003. El país más receptor de remesas en la región, en términos absolutos, es México, con 17.000 millones de dólares recibidos en 2004.

CEPAL recabó datos de once países de la región que muestran que la repercusión de las remesas en términos de pobreza de toda la población, es poco significativa. Es decir que en términos absolutos, la recepción de remesas no permite una gran reducción de la pobreza. Sin embargo, la indigencia muestra una sensibilidad levemente mayor frente a las remesas.

Un análisis centrado en el conjunto de hogares que reciben las remesas establece que la incidencia de la pobreza y la indigencia cambia según se contabilice o no el ingreso por remesas: en 9 de los 11 países analizados, el 50% o más de las personas que residen en hogares receptores se encontraría bajo la línea de pobreza si no contaran con el aporte de estos ingresos. Las áreas urbanas de Uruguay presentan un ejemplo extremo ya que cuando se consideran las remesas como parte del ingreso de los hogares, ninguno queda por debajo de la línea de indigencia.

Todo lo anterior permite concluir que las remesas influyen sobre el nivel y la distribución del ingreso en las familias receptoras y les permiten mejorar su situación. No obstante, como se expresó anteriormente, la escasa proporción de hogares que captan remesas del exterior hace que a nivel agregado no tenga tanta trascendencia en los niveles de pobreza e indigencia. En efecto, de los once países analizados por CEPAL, el porcentaje de hogares receptores representa más del 15% del total en sólo un caso, mientras que en seis de esos países dicho porcentaje no alcanza el 6%.

En síntesis, de acuerdo con las cifras presentadas, las remesas estarían permitiendo que una parte de la población latinoamericana salga de la pobreza y por ello, se hace absolutamente necesario que los gobiernos a través de sus políticas públicas incentiven su uso productivo en el sentido de dirigirlas al ahorro o inversión productiva. Se requiere una participación más activa en este sentido por parte de los gobiernos, sobre todo en países como México, cuyo nivel de remesas recibido se supera año a año.

Asimismo, si bien los niveles de pobreza latinoamericana han venido disminuyendo desde 1990 (como lo demuestran los datos esbozados en la gráfica), es absolutamente necesario por un lado, incrementar el ritmo de descenso de dichos indicadores y por el otro, actuar para disminuir las brechas que la profundizan. En este sentido se requiere un buen uso del gasto público en programas sociales, de forma de asignar de manera óptima los recursos fiscales al plano social.

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Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), sobre la base de tabulaciones especiales
de las encuestas de hogares de los respectivos países.

C. Villalba es economista y analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología y Equidad – América Latina).