por Paola Visca – El último informe de Perspectivas Económicas del FMI publicado en abril, centra su atención en la posibilidad de una desaceleración de la economía mundial. En particular, en la sección dedicada a América Latina traza un panorama de las consecuencias que esto acarrearía para las economías de la región y da algunos lineamientos de cómo hacerle frente.
Se espera que la economía mundial reduzca su tasa de crecimiento, desde un 4,9 en 2007 a un 3,7% en 2008. En cuanto a América Latina, las expectativas apuntan a un crecimiento de 4,4%, lo que significa una baja de alrededor de un punto porcentual respecto al año pasado. Este fenómeno global, que afectará desde países desarrollados hasta asiáticos como India y China -que han mostrado un dinamismo extraordinario en los últimos años, pero que en 2008 mostrarían una reducción en sus tasas de crecimiento económico- se debería principalmente a los efectos de la crisis hipotecaria en EE.UU. y sus consecuencias sobre el consumo de aquel país. En efecto, la primera economía mundial está atravesando por un período de desaceleración, frente a lo cual tanto la Reserva Federal como muchos Bancos Centrales en el mundo han tomado medidas de mitigación y prevención desde mediados del año pasado. Sin embargo las decisiones de reducir las tasas de interés e inyectar liquidez, si bien han evitado una crisis de dimensiones catastróficas, no han sido suficientes para detener el relativo enlentecimiento de la economía norteamericana, que afecta al resto del mundo de forma todavía incipiente.
Perspectivas para 2008: algunos indicadores económicos (países seleccionados)
País |
Proyección PBI (miles |
Variación |
PBI |
Inflación |
Brasil |
1.621,2 |
4,8 |
10.222 |
4,5 |
México |
949,5 |
2,0 |
13.141 |
3,5 |
Venezuela |
334,7 |
5,8 |
12.867 |
29,0 |
Argentina |
323,8 |
7,0 |
14.376 |
9,0 |
Colombia |
202,4 |
4,6 |
7.059 |
5,0 |
Chile |
169,9 |
4,5 |
14.673 |
4,2 |
Perú |
125,8 |
7,0 |
8.383 |
3,5 |
Ecuador |
49,6 |
2,9 |
3.562 |
3,3 |
Uruguay |
26,6 |
6,0 |
12.565 |
7,0 |
El informe destaca que esta fragilidad e incertidumbre pone en riesgo a los países de América Latina en varios frentes, principalmente en lo que respecta a la demanda y el precio de las exportaciones, las cuentas públicas y la inflación. Si bien las exportaciones de la región han mantenido hasta ahora un dinamismo importante, al reducirse el crecimiento en la economía mundial se espera una desaceleración de la demanda por las mismas, lo que sumado a una evolución positiva de las importaciones ocasionaría que por primera vez desde 2003 la región mostrara un déficit de cuenta corriente, aunque leve. Por otro lado, y acompañando el movimiento de la demanda, se espera que los precios de las materias primas no crezcan al ritmo que lo ha venido haciendo últimamente (los precios internacionales de las principales materias primas exportadas por la región aumentaron en conjunto un 150% desde 2003), lo que se traduciría en menores ingresos relativos por exportaciones.
Los gobiernos de la región tienen una fuerte dependencia de los ingresos provenientes de las exportaciones de commodities. El crecimiento de las mismas en los últimos años ha permitido entre otras cosas, una importante acumulación de reservas, cancelación de parte de las deudas y aumento del gasto público. El modelo de desarrollo y la tan buscada estabilidad de las cuentas públicas corren peligro ante la posibilidad de una caída pronunciada en la demanda de los bienes exportables latinoamericanos. Pero, a pesar de esta fragilidad, paradójicamente, los gobiernos tienen situaciones fiscales más sólidas que en el pasado, justamente por haber mejorado la estructura de la deuda y el nivel de reservas. Una muestra de esto es que «En períodos anteriores de inestabilidad financiera, los diferenciales del índice LAC-EMBI y de los bonos estadounidenses de alto rendimiento (high yield corporate bonds) han tendido a moverse conjuntamente. Sin embargo, desde agosto de 2007, los diferenciales de los bonos corporativos de alto rendimiento aumentaron casi 500 puntos básicos, mientras que los diferenciales LAC-EMBI subieron alrededor de 100 puntos básicos».
Si bien las exportaciones constituyen una importante porción de la demanda, el crecimiento de la región desde 2002 hasta 2007 estuvo impulsado fuertemente por el consumo privado, gracias al efecto de la caída en el desempleo y aumento de los salarios reales (en parte como reflejo de las ganancias en términos de intercambio y mejoras en la productividad). Hubo además un rápido crecimiento del crédito.
Otro de los procesos que se están observando en la región son las relativamente altas tasas de inflación, luego de varios años de lograr bajas inflaciones de un dígito. En 2007 varios países, aunque manteniéndola bajo control, no pudieron cumplir con los objetivos propuestos por el Banco Central (Chile, Colombia y Perú), mientras otros (Bolivia, Costa Rica y Nicaragua y Venezuela) directamente tuvieron tasas de más de 10%. Este indicador es especialmente valorado tanto por el Fondo como por los analistas e inversores internacionales, y el hecho de que se encuentre fuera de los parámetros estipulados lleva a una situación de alarma generalizada. Además, las expectativas no son demasiado auspiciosas, en tanto que se espera que la demanda interna y las presiones inflacionarias internacionales mantengan la tendencia al alza de los precios. A pesar de los temores, las previsiones apuntan a una inflación del 6% en 2008, bastante por debajo de los dos dígitos, pero considerada «relativamente alta» por el fondo, aunque no está muy alejada de los guarismos de los últimos años.
La región en general, al ser exportadora neta de minerales y productos agropecuarios se ha visto beneficiada por los altos precios internacionales, más allá del impacto en los precios domésticos; sin embargo, la situación en América Latina no es homogénea al respecto: varios países, en especial algunos centroamericanos y del Caribe, son importadores de petróleo y a la vez no constituyen grandes exportadores de otros bienes agrícolas o mineros que gocen del actual auge de precios. Esto conduce a que el aumento en los precios internacionales de alimentos y energía que se refleja en las economías internas, repercuta de manera más grave y adversa en estos países que en los exportadores energéticos y agropecuarios. Los países más pobres, que coinciden en algunos casos con las naciones menos favorecidas mencionadas, tienen el problema adicional de que los alimentos significan una gran proporción del ingreso de gran parte de la población y esto pone en peligro la seguridad alimentaria de millones de personas.
El aumento del gasto público en los años por venir es otro motivo de preocupación para el FMI, tomando en consideración que se espera cierta desaceleración de la economía mundial y de la región. Sin embargo se reconoce que aunque los balances fiscales se deteriorarán por el proceso de aumento del gasto, seguirán mostrando valores positivos, de alrededor del 2,4% del PBI en 2008. Incluso, dadas las condiciones de riesgo alimentario para muchas de las poblaciones de Latinoamérica, se sugiere que en caso de aplicar alguna medida administrativa, se realicen transferencias directamente a los grupos más pobres y cadenciados, antes de realizar operaciones más distorsivas como el control de los precios internos de los alimentos, a través de medidas que disminuyan el traspaso del aumento de los precios internacionales a los internos.
Las cifras sobre pobreza y desigualdad muestran una mejora que en una primera instancia podría considerarse auspiciosa: los guarismos de pobreza y extrema pobreza han mejorado en los últimos años a consecuencia del crecimiento sostenido de la región; por su parte, la desigualdad muestra tímidos progresos en el índice de Gini. En 2002 la tasa media de pobreza en América Latina era del 44%, llegando a reducirse en 2006 hasta un 36%. Análisis de la CEPAL prevén que en 2007 dicho porcentaje haya disminuido un poco más, hasta ubicarse en 35% de la población total. En dichos cálculos está incluida la reducción de la pobreza extrema, que ha experimentado una disminución mayor a la de la pobreza total: desde casi un 20% a poco menos de 13% de la población. En número de personas, estas cifras corresponden a unos 30 millones de pobres menos en la región.
Sin desmerecer estas mejoras, no hay que olvidar que los últimos años de la década de 1990 y primeros de 2000 registraron tasas de crecimiento muy bajas e incluso negativas en muchos países de la región, acompañadas en algunos casos de graves crisis económicas – sociales. Esto implica partir de porcentajes de pobreza muy elevados. Es verdad que los pobres e indigentes son menos actualmente que en 2002; pero todavía el porcentaje de personas viviendo en la pobreza es muy alto. Transcurrieron cinco años de crecimiento y no fue posible disminuir las cifras por debajo de más de un tercio de la población de toda América Latina , lo que lleva a que uno se pregunte qué sucederá entonces a partir de los años que vienen, cuando la expectativa es de desaceleración del crecimiento, agravado por el encarecimiento de los alimentos.
La pobreza continúa siendo un fenómeno estructural, que pone de manifiesto que no es solo cuestión de crecimiento el poder reducirla a cifras mínimas o «aceptables». Siendo países productores y exportadores netos de alimentos la seguridad alimentaria de todas las personas debería estar garantizada; sin embargo no es así. Es donde el modelo de desarrollo entra en juego para determinar qué tipo de países queremos y podemos alcanzar, que vaya más allá de lo que dicten los precios internacionales de unos pocos bienes primarios.
P. Visca es analista de información en D3E (Desarrollo, Economía, Ecología, Equidad – América Latina).